19 de abril de 2007

JUGAR A SER NIÑOS

Uno no sabe realmente cuando se hace adulto. Dependiendo de los ritos de cada cultura. Uno puede considerarse mayor cuando alcance la mayoría de edad, vaya a la universidad, tenga su primer fracaso amoroso o sepa reconocer los límites. Pero cabe la posibilidad que aún alcanzados estos objetivos, uno no sea adulto. Pues la madurez es la necesidad de aceptar ciertas responsabilidades y no de traspasar hitos. Algunos no han alcanzado la madurez necesaria para tomar su propias decisiones, y toman las de los demás.

Hace unos años Michael Cuesta relato con un realismo atroz la caída en desgracia de un descarrilado chico. Dirigió y escribió capítulos de la mejor seria de la TV “Six Feet Under” Pero la pequeña pantalla se le hizo pequeña y al primer trabajo cinematográfico LIE. Se ha completado con una pequeña joya. “Twelve and Holding” Un terrorífico cuento de niños. Un relato que comienza como una película madura con una muerte que desencadena un alud de acontecimientos. Aunque en un principio da la sensación de estar ante otra película del ego-americano esta rebasa la barrera que impide el acercamiento y la compresión. El mundo se ha globalizado y sus costumbres también.

Una niña-mujer que tras su primera regla. Sufre el nacimiento de una libido, un gordito tras la caída en el accidente que le cuesta la vida a su amigo decide comenzar una nueva vida. Y un niño que tiene hacer frente al odio que genera la muerte de hermano y a la madurez de campear la contrariedad de sentimientos.

Y en escena aparecen unos adultos que juegan a ser niños. Con una ceguera que sobrepasada por los acontecimientos. Se contradice con la serenidad y desconcierto con el que los más pequeños se enfrentan a la realidad.

Y es la inocencia la claridad de ver la realidad sin ningún espejo lo que les hace críticos.

Existen momentos estelares como los encuentros entre el hermano del fallecido y los asesinos de este. Frases tan lapidarías “Puto cabrón me han encerrado por tu culpa en una pequeña celda” -“Mas pequeño fue el ataúd en que metieron a mi hermano” y momentos sobrecogedores y llenos de ternura; el encuentro de la niña con el objeto de sus fantasía tras acicalarse.

Una película que puede encuadrarse en la ola de cineastas reverentes como Tom Solondz “Happines” “Storytelling” o “Palíndromos” que enseña la imagen más ruda de nuestra vida, siempre con moraleja incluida.

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